Los terrores nocturnos son un trastorno leve, casi siempre hereditario, en el cual el niño tiende a soñar durante la fase de sueño profundo, de la que es más difícil despertar. Son inofensivos y generalmente no están provocados por stress psicológico. Cada episodio terminará de forma espontánea y suelen desaparecer antes de los 12 años de edad.
Se caracterizan porque el niño está atemorizado y agitado; puede creer que los objetos o personas que hay en su habitación representan peligros y tiende a sentarse en la cama o incluso correr sin rumbo de un lado para otro, posiblemente gritando o hablando de forma desatinada.
Es, asímismo, significativo que el pequeño no parece darse cuenta de que sus padres están allí y no puede ser consolado ni despertado, aunque sus ojos estén abiertos y con la mirada fija.
El episodio dura de 10 a 20 minutos y después el niño no lo recuerda.
Sugerencias generales para el tratamiento:
- Trate de calmar a su hijo. El objetivo es ayudarle para que vuelva a un sueño tranquilo. Es muy probable que no pueda despertarlo pero tampoco hace falta que lo haga. A pesar de que está dormido, encienda la luz y se confundirá menos con las sombras. En todo caso, mejor que el silencio es que oiga comentarios tranquilizadores, tales como: "Estás bien, en tu casa, en tu cama y ahora puedes seguir durmiendo". Háblele de forma tranquila, lenta y repetitiva. Como no hay ninguna forma eficaz de acortar bruscamente el episodio, no debe moverlo ni gritarle pues así sólo hará que se agite todavía más.
- Proteja a su hijo de posibles lesiones. Durante un terror nocturno, el niño puede tropezar, sufrir una caída o chocar contra una pared.
- Por último, hable con su hijo para descubrir alguna pista sobre probables temores que tenga durante el día y que suelen contribuir a sus terrores nocturnos. Adaptado de B.D. Schmitt, M.D. "Your Child's Health".