Durante los últimos años, el prestigio de las vacunas infantiles se está perdiendo seriamente. Uno de los últimos golpes surgió cuando dos madres famosas presentaron el impresionante relato de sus hijos autistas y atribuyeron esta enfermedad a la vacuna del sarampión.
Sin embargo, cuando se trata de defender las vacunas, se toman dos medidas y ninguna es eficaz. La primera es hacer público un informe científico claro, en cierto modo comprensivo con los padres de los niños autistas, pero escrito en un lenguaje prudente y cauteloso. Por esta razón, suscita duda en los lectores. La segunda táctica es la de simplemente pasar por alto cualquier ataque a las vacunas para no salir a la palestra. Así, de esta otra manera, el silencio puede interpretarse como que se intenta ocultar la verdad.
Por tanto, se necesita una nueva estrategia. El asunto de las vacunas es otro más de los muchos que aparecen a diario en los medios de comunicación. En este caso, los grupos "antivacuna" están bien organizados y son apasionados en sus declaraciones. Utilizan métodos populares para hacer llamamientos de intenso dramatismo y logran así que los padres se lo piensen mucho antes de vacunar a sus hijos. Cuando se enteran de que un niño es autista, comparten el sufrimiento de los padres y atribuyen rápidamente la culpa a la vacuna. Con lógica o no, la gente no olvida esta forma de habilidad emocional. Y, por otra parte, los expertos científicos aportan pruebas precisas y estudios concretos que la mayoría de los padres no entienden. Evidentemente, de este modo no se puede conseguir convencerlos.
En conclusión, hay que ser más firmes cuando se argumentan las razones por las que las vacunas son seguras, eficaces y necesarias. Será preciso poner un anuncio a toda página en un periódico nacional que demuestre a los padres cuáles son los síntomas de la difteria, por ejemplo. O emitir un anuncio por televisión en el que una madre cuente las complicaciones que tuvo su hijo cuando padeció sarampión. Las imágenes y relatos como éstos transmiten más fuerza emocional que un gráfico que demuestre la disminución del sarampión desde que se dispone de la vacuna.
Esta postura entraña riesgos. Algunos la criticarán por utilizar el miedo para manipular la opinión pública; como ocurre, por ejemplo, con las últimas campañas televisivas para prevenir los accidentes de tráfico. Pero estos mensajes "negativos" son apropiados si se transmiten con ética y dicen la verdad; es decir, la de que las vacunas salvan vidas, como los cinturones de seguridad.
A la mayoría de los médicos nos han enseñado a examinar las pruebas, a entenderlas y a usarlas para tomar decisiones, pero con nuestra propia experiencia hemos aprendido que los mensajes faltos de pasión no calan, pero sí las historias desgarradoras. Adaptado de R.K. Parikh, MD. Pediatrics (Ed esp). 2008;65(3):114-5.