Los llamados dolores de crecimiento suelen ser dolores intermitentes y no articulares, en una o ambas piernas, que aparecen por la noche, en niños de 3 a 12 años de edad.
No está clara la causa de este tipo de dolores, y aunque se ha sugerido que pueden deberse a factores psicológicos o emocionales, no se han hallado pruebas convincentes de ello. Sin embargo, sí se sabe que los brotes de crecimiento no influyen en su aparición, y se han propuesto como posibles causas la adopción de una mala postura y la asociación con el síndrome de las piernas inquietas (uso excesivo de las extremidades inferiores) y la fatiga muscular.
En estos dolores no se observan signos de infección o traumatismo local, y los resultados del examen físico, las pruebas de laboratorio y las radiografías están dentro de la normalidad. El diagnóstico de estos dolores, por tanto, se realiza por exclusión. Es evidente tambien que si no existen signos físicos, cojera o falta de movilidad no hay por qué realizar pruebas de laboratorio o radiografías.
Cabe tener presente que es improbable que un niño que presenta dolores de crecimiento padezca una enfermedad grave. Además, hay que asegurar a sus padres que estos dolores son benignos y autolimitados, y que el niño no tiene por qué someterse a exploraciones complejas.
En cuanto al tratamiento, a pesar de haberse recomendado administrar paracetamol, su eficacia no se ha comprobado. El único estudio hasta la fecha que ha valorado un tratamiento fué un ensayo que incluyó niños con dolores de crecimiento que recibieron bien un programa de fortalecimiento muscular durante 18 meses (primer grupo) o bien otros tratamientos habituales (segundo grupo o grupo control). Se observó una mejoría más rápida en los niños del primer grupo que en los del grupo control. Si bien estos resultados respaldan la teoría de que este tipo de dolores se asocian con un espasmo muscular por cansancio o fatiga, el inconveniente es que el tamaño de la muestra (ambos grupos) era pequeño y el ensayo, aunque al azar, no fué ciego. Asímismo, los resultados pudieron verse influidos por el hecho de que los padres de los niños sometidos al programa de ejercicios dedicaron más tiempo y atención a ayudar a sus hijos.
Los autores proponen que dado que se trata de un trastorno habitual que no progresa a una enfermedad orgánica grave y suele resolverse con el tiempo, debería llamarse "dolor recurrente de las piernas en la infancia". Tomado de Goodyear-Smith, F. BMJ 2006; 333(7566): 456-457.