Sin duda, el ambiente familiar es fundamental en lo que respecta a la educación de los hijos, pero la escuela, en su calidad de "hogar fuera de casa", asume tambien, de un modo natural, un papel primario en la educación, prevención e identificación precoz del abuso de sustancias.
Los estudiantes pasan la mayor parte del día en los colegios y, por tanto, el ambiente escolar proporciona una norma para juzgar la conducta de los jóvenes. Todo el personal de la escuela actúa a menudo como modelo de gran influencia, a través del cual los jóvenes se juzgan a sí mismos. Si los niños y adolescentes perciben que sus profesores se ocupan de ellos, tienen menos probabilidades de iniciarse en el uso de marihuana o tabaco, o de emborracharse o adoptar otras conductas de riesgo para su salud.
Es decir, los jóvenes cuyos lazos con la escuela son débiles tienen más dificultad para reconocer que el consumo de estas sustancias provoca efectos perjudiciales sobre su rendimiento intelectual, disminuye su disposición para aprender, su capacidad para memorizar y, por tanto, reduce sus posibilidades de alcanzar objetivos futuros.
En algunas escuelas ya se están realizando pruebas a los estudiantes para detectar el uso de drogas. Sin embargo, hay que considerar lo siguiente: una prueba con resultado positivo al uso de drogas puede aumentar el conflicto familiar en vez de mejorarlo y, por otra parte, los jóvenes que no las consumen pueden considerar injusto que se les practiquen y disminuir, incluso, su grado de confianza.
Las escuelas y las asociaciones de padres pueden adoptar diversas alternativas a estas pruebas: ofrecer programas extraescolares, ayudar a los padres para que estén mejor informados, identificar los problemas de conducta para una intervención precoz y colaborar con las organizaciones de la comunidad y con los profesionales sanitarios.
Los educadores se hallan ante el reto de dar a conocer los hechos sobre el abuso de drogas a los niños y adolescentes, evitándoles, en la medida de lo posible, la tentación de probarlas. Hay, cada vez más, programas eficaces, diseñados para su empleo en la escuela, interesantes, interactivos y que se centran en reforzar la capacidad de los estudiantes para resolver problemas, ayudarles a valorar la influencia de los medios de comunicación, mejorar su autoestima y "adiestrarlos para las habilidades útiles en la vida".
Evidentemente, el sistema educativo debe proporcionar al personal escolar los medios adecuados para su adiestramiento continuado. A su vez, los pediatras y los demás profesionales sanitarios no deben apoyar el empleo del cribado de drogas en la escuela, sino ofrecer recursos para prevenir conductas de riesgo, ayuda para identificar a los pacientes cuyos problemas los hace más vulnerables y colaboración para estrategias de comunicación a la comunidad, con objeto de ofrecer mensajes claros sobre el consumo de drogas. En definitiva, se trata de promover en los jóvenes actividades no contaminadas por el uso de drogas, tabaco y alcohol. Adaptado de C.J. Mears, DO, J.R. Knight, MD y cols. Pediatrics (Ed esp).2007;64(6):347-51.