Ni las dietas milagrosas ni la magia funcionan para no engordar. El único truco consiste en elegir bien los alimentos. No hay ninguno que esté prohibido, sino, más bien, algunos que sólo hay que comer en ocasiones especiales, o en pequeña cantidad.
Se trata, pues, de comer más cantidad de aquellos alimentos que tienen menos calorías y no conviene olvidar que existen algunos engañosos: parecen bajos en calorías y sanos, pero tienen gran cantidad de grasa oculta. Por ejemplo, creemos que cualquier ensalada o un plato de verduras son buenos para controlar el peso. Sin embargo, cuando se le añaden ciertas salsas o demasiado aceite, pueden tener las mismas calorías que un trozo de tarta.
Por otro lado, todos creemos que comer huevos fritos es terrible. Pero un par de ellos sólo son 230 calorías. Aunque los tomemos mojando el pan (un bollo son unas 175 calorías), no llegamos a igualar las de los alimentos típicos de las comida rápida:
-Una hamburguesa son unas 700 calorías. Como una comida completa con sopa, un pescado al horno con verdura y patatas fritas, una fruta y café con leche.
-Un perrito caliente son unas 280 calorías; las mismas que una buena rodaja de salmón al horno.
Otros ejemplos:
-Dos pequeños trozos (50 gramos) de queso emmental aportan unas 260 calorías; igual que 100 gramos de jamón serrano quitándole el tocino.
-Un buen plato de pasta con salsa boloñesa son unas 450 calorías; como una palmera de chocolate, y ¿cuál le va a alimentar mejor?
Y, además, aunque aporten las mismas calorías, comer una manzana nunca será lo mismo que comer cinco caramelos. La manzana tiene otros nutrientes como fibra, vitaminas y antioxidantes.
En resumen, los padres deben elegir sus alimentos y, por tanto, su salud, y la de sus hijos. Tomado de Dra. P. Riobó. El País Semanal; núm. 1583: 96.