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"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

sábado, 7 de abril de 2007

"Mi hijo tiene fiebre".

La fiebre es una elevación de la temperatura normal del cuerpo. Con frecuencia es la respuesta del organismo a infecciones y puede ser útil para combatirlas. La mayoría de las infecciones son causadas por virus y en algunos casos por bacterias. Hay que insistir en que la dentición (la erupción o brote de los dientes) no causa fiebre. Una elevación leve de la temperatura puede ser debida al ejercicio, a la ropa muy abrigada, al calor o a los alimentos o bebidas calientes. Si los padres sospechan que esto es lo que pueda estar pasando, hay que volver a tomar la temperatura pasada media hora.

En general, el nivel de la fiebre no está directamente relacionado con la gravedad de la enfermedad. En verdad, lo que cuenta es cómo de enfermo parece estar el niño. La fiebre hasta que no llega hasta los 41,7 grados C (centígrados) no causa daño y, afortunadamente, el termostato del cerebro mantiene las fiebres por debajo de ese nivel. Aunque todos los niños llegan a tener fiebre, sólo el 4% de ellos desarrollan una breve convulsión febril que, generalmente, es inofensiva.

La forma más fiable y válida de saber si un niño tiene fiebre es tomándole la temperatura rectal. Se puede aplicar un poco de vaselina al extremo del termómetro e introducirlo unos 2 cm. aproximadamente. Se considera fiebre cuando la temperatura es superior a 38 grados C.

Cuando sea molesto para el niño controlar la temperatura rectal, puede ser tambien válida la temperatura axilar. En este caso, será fiebre si el termómetro marca más de 37,2 grados.

Si los padres utilizan un termómetro-chupete deben saber que la temperatura normal en la boca llega hasta 37,8 grados C.

Todos los demás métodos se consideran menos fiables.

Para bajar la fiebre, una buena opción es administrar al niño paracetamol (p. ej.: Apiretal), a razón de 3 gotas por cada kg. de peso del niño, cada 4-6 horas, si es preciso (este fármaco bajará la fiebre pero, por lo general, no disminuirá la temperatura al nivel normal y tendrá que repetirse mientras la fiebre vuelva a subir, hasta que la enfermedad termine su curso).

Si media hora después de administrar paracetamol, la fiebre es de más de 40 grados C, puede darle a su hijo un baño de esponja durante unos 20-25 minutos en agua tibia (31-32 grados C). El baño de esponja actúa más rápido que la inmersión. Por tanto, siente a su hijo en la bañera, con 5 cm. de agua, y moje repetidamente su piel con la esponja. Si tirita, eleve la temperatura del agua. No espere bajar la temperatura a menos de 38 grados C.

Durante la fiebre se pierde agua a causa del sudor; por tanto hay que ofrecer y estimular al niño para que tome más líquidos frescos de lo habitual, en pequeñas cantidades y con frecuencia, pero sin forzarlo.

La ropa debe mantenerse al mínimo, para facilitar la pérdida de calor a través de la piel. No arrope a su hijo; esto le producirá fiebre más alta. Si su hijo tiene frío o está tiritando (tiene escalofríos), use una manta ligera. Es perjudicial darle fricciones con alcohol.

En cualquier caso, los padres consultarán con su pediatra, cuando sea posible. Sin embargo, el niño con fiebre debe recibir atención médica urgente:
- si tiene menos de 3 meses de edad.
- si tiene fiebre de más de 40,5 grados C.
- si no se le puede consolar el llanto.
- si le cuesta más trabajo respirar, a pesar de haberle despejado la nariz.
- si es más difícil despertarlo.
- si tiene vómitos y se queja de dolor de cabeza.
- si hay sospecha de que el cuello está más rígido o tiene manchas en la piel de color púrpura que no desaparecen al intentar estirarla.
- si los padres consideran que está empeorando.

Adaptado de B.D. Schmitt, M.D. "Your Child's Health".

Asistencia a niños inmigrantes.

El témino "niños inmigrantes" incluye a todos aquellos legales e ilegales (sin documentación), refugiados y fruto de adopciones internacionales. Este grupo representa una parte creciente de nuestra población infantil.
Todo niño que se encuentre dentro de las fronteras geográficas de nuestro país, independientemente de su "situación" debe tener pleno acceso a los servicios sanitarios, educativos y sociales. Esta protección es compatible con el apoyo para racionalizar y reforzar las políticas de inmigración. El promover y regular la inmigración legal son cuestiones esenciales de política nacional, del mismo modo que asegurar nuestras fronteras es un asunto de interés nacional. Si se permite que un grupo de niños carezca de un buen estado de salud y de educación, ello acarreará consecuencias desfavorables para todos. Organizar y regular la asistencia de estos niños será responsabilidad de los gestores de sanidad y educación de cada comunidad.

Las oleadas de inmigrantes son recibidas con preocupación y las discusiones se centran en si contribuyen al progreso económico u originan una sangría de los fondos públicos. Estas preocupaciones, en parte sin demostrar, incluyen tambien las amenazas sobre la salud y el orden público, por la llegada de enfermedades infecciosas, aumento de la criminalidad y diversas tradiciones sociales.

Los nuevos inmigrantes pueden encontrarse sin empleo ni conocimiento de nuestro idioma, con enfermedades infecciosas, en ocasiones, sin diagnosticar y falta de vacunaciones. Los ilegales acceden de modo limitado a la asistencia sanitaria pública y, con frecuencia, a los servicios de urgencia.

Los niños que llegan por vía de adopción lo hacen sin información segura sobre su historia médica y, a menudo, sus padres adoptivos tienen que realizar un gran esfuerzo, a todos los niveles, pues carecen de experiencia para criar niños y que, además, provienen de paises muy diferentes al nuestro. Muchos de ellos residían en horfanatos u hogares de acogida y presentan problemas nutricionales o retrasos del desarrollo, con probabilidad de no alcanzar los valores normales de talla y peso para su edad. Sin embargo, al cabo de un año, la mayoría han experimentado un importante crecimiento compensador.

Algunos refugiados pueden haber quedado desarraigados a causa de guerras o persecuciones y han sido testigos de atrocidades. Los niños y las familias, con estos antecedentes traumáticos, sufren trastornos de ansiedad que deben ser tratados.

Los pediatras en fase de aprendizaje y en ejercicio profesional deben formarse para salvar además las barreras culturales, de idioma, creencias, prácticas y remedios populares. Es evidente que hay que respetar las diferencias en actitudes y enfoques de la crianza de los niños, sean inmigrantes o no, pero no se podrán tolerar aquellas prácticas tradicionales que sean dañinas o perjudiciales para los niños. Adaptado de M. Weitzman, MD. y cols. Comité de Servicios de Salud para la Comunidad. Academia Americana de Pediatría. Pediatrics (ed. esp.) Vol. 44, núm. 1, 1997.