El fuego es un peligro habitual en los hogares y, cuando se produce, es esencial actuar inmediatamente. Una reacción más tardía de dos minutos puede conducir a lesiones irreversibles. La mayoría de ellas es por la inhalación de humo y no por quemaduras.
Es preciso recordar que cuando suena una alarma los adultos se despiertan con más facilidad que los niños y jóvenes menores de 14 años. Probablemente sea debido a la inmadurez del sistema nervioso y a que los patrones de sueño son diferentes a los de sus padres.
El número de hogares españoles equipados con detectores de humo ronda el 25%; a pesar de que cuestan poco dinero, son pequeños, fáciles de instalar, funcionan a pilas y requieren poco mantenimiento.
Hay varios tipos de detectores. Los más habituales son los fotoeléctricos y los que funcionan por ionización. Los primeros detectan el humo utilizando los efectos que éste produce sobre la luz y los segundos funcionan por sensibilidad a la humedad, la presión atmosférica y las partículas suspendidas en el aire. Estos últimos reaccionan más rápidamente cuando hay humo (incluso no visible) y son más baratos que los de tipo fotoeléctrico, aunque dan más falsas alarmas.
Los detectores de humo -obligatorios en algunos paises- evitan en torno al 50% de las catástrofes domésticas generadas por incendios. Los lugares recomendados para instalarlos son, como mínimo, la cocina, la entrada de la casa y la zona de distribución de los dormitorios. Un detector de humos por cada 40 metros cuadrados es más que suficiente.
Puesto que los detectores de humo pierden efectividad con el tiempo, los fabricantes recomiendan reemplazarlos cada 10 diez años. La batería suele durar, al menos, un año. Por tanto, el cambio de la batería y el limpiado, cepillado o aspirado para quitar el polvo de las ranuras aseguran un adecuado funcionamiento.
Pueden adquirirse, a partir de 30 euros, en grandes almacenes, en cualquier establecimiento comercial destinado a productos eléctricos o incluso por internet: http://www.parafarmacia.tubotica.net/ , http://www.coati.es/ . Tomado de Dr. S. García- Tornel. Pediatría Integral. 2007; 11(7): 629-630.