Con relativa frecuencia, los medios de comunicación nos hacen llegar noticias sobre casos de niños no vigilados lo suficiente. Es probable que algunas lesiones de estos niños habrían podido prevenirse con una mejor supervisión o vigilancia.
Sin duda, cuando exista una sospecha razonable de que la conducta de un cuidador (padre, madre u otra persona designada responsable de supervisar al niño que está a su cargo) conlleve un riesgo continuado de daños físicos, emocionales o psicológicos en el niño habrá que informar a los servicios de protección a la infancia.
Sin embargo, en nuestra sociedad, es predecible que los padres, tutores o cuidadores protejan al niño de situaciones peligrosas o de personas que puedan hacerle daño.
¿Puede considerarse que unos padres desatienden sus responsabilidades antes de que suceda un percance real? No existe una respuesta fácil, puesto que muchas lesiones en niños tienen lugar cuando se les está vigilando y numerosos niños apenas supervisados no son víctimas de percances. Además, es evidente que la vigilancia para proteger a un niño pequeño que inicia sus primeros pasos no tiene nada que ver con la requerida para controlar sin riesgos a un niño responsable de 10 años de edad.
Por último, hay que tener siempre en cuenta la gran carga emocional que soporta el cuidador cuando un niño a su cargo es víctima de un accidente prevenible y es tambien preciso recordar que los riesgos de ciertas lesiones y accidentes son impredecibles o inevitables. Incluso el más cuidadoso puede tener un breve fallo de atención, proximidad o continuidad de la vigilancia que se traduzca en un accidente infantil y no por eso se trate de abandono o desamparo. Adaptado de K.P. Hymel y cols. Pediatrics (Ed. esp). 2006;62(3):623-4.