La práctica cada vez más popular del piercing es un fenómeno social que puede provocar confusión e incluso rechazo. Los prejuicios son considerables y, por ello, es deseable subsanar la falta de información y promover la comprensión de las motivaciones, a menudo intensas, de quienes lo practican. La calificación del piercing como "idea de automutilación" o de "atentado contra la integridad física debido a la moda" no debería aceptarse, por más tiempo, en nuestra sociedad actual.
El piercing se define como "la introducción de una joya en orificios no naturales practicados en diversas partes del cuerpo". Sin embargo, el piercing del lóbulo de la oreja queda excluido de esta definición por considerarse tradicional en los paises occidentales.
Pese al riesgo y complicaciones que comporta, el piercing es practicado por un número creciente de personas. Dejando aparte el hecho de resultar chocante, sus razones implican la búsqueda de una forma personalizada de expresarse, demostrar fortaleza y saber seguir una moda; en un segundo plano está a menudo la presión de los amigos y el deseo de pertenecer a un grupo. Un gran número de piercings se practican a jóvenes que se encuentran entre la infancia y la madurez; sería, por tanto, un ritual de paso o de rebeldía adolescente.
El piercing se define como "la introducción de una joya en orificios no naturales practicados en diversas partes del cuerpo". Sin embargo, el piercing del lóbulo de la oreja queda excluido de esta definición por considerarse tradicional en los paises occidentales.
Pese al riesgo y complicaciones que comporta, el piercing es practicado por un número creciente de personas. Dejando aparte el hecho de resultar chocante, sus razones implican la búsqueda de una forma personalizada de expresarse, demostrar fortaleza y saber seguir una moda; en un segundo plano está a menudo la presión de los amigos y el deseo de pertenecer a un grupo. Un gran número de piercings se practican a jóvenes que se encuentran entre la infancia y la madurez; sería, por tanto, un ritual de paso o de rebeldía adolescente.
La actitud de la sociedad (entendiendo por tal los individuos no portadores de piercings) no parece importarle a los que sí los llevan hasta el punto de renunciar a esta práctica, antes al contrario, más bien parece actuar de estímulo. Por tanto, el piercing debe aceptarse, independientemente del juicio personal de cada uno, como una realidad social. Los profesionales de la sanidad deben estar al corriente de las nuevas investigaciones en este terreno para poder aconsejar con conocimiento de causa y tratar de manera competente los posibles efectos secundarios o complicaciones, atender sin prejuicios a quienes portan estos adornos y comprender que estas modificaciones del cuerpo encierran tal vez una tentativa de afirmar la propia identidad. Adaptado de A. Stiern, Paediatrica 2003; 14(4): 33-37.